Pánico escénico
Soy de esa clase de personas que, aunque su mayor ilusión fuera estar por un momento al lado de Mai Meneses, nunca le pediría un autógrafo si se la encontrara en la cola del INEM.
El ver a famosos por la calle es como hacer un álbum de cromos: yo tengo a Buenafuente, Saviola, Motta, Jordi LP, Toni Clapès, Jordi González y el tío ese que cantaba en Duncan Dhu, que no debe de ser tan famoso porque no recuerdo su nombre. Cuando le digo el nombre de las personas famosas que he visto por la calle a mi hermano, su respuesta es un expresivo: “¿Y?”. Y lleva razón. ¿De qué sirve ver a alguien por la calle o hacerle una foto a su nuca con el móvil? El culo de mi amigo Bufak podría pasar perfectamente por el culo de Jeniffer López en una resolución de 8k.
Lo que molaría es acercarse sin reparos, decirle que te mola lo que hace o que te parece una mierda, y poder tomarte unas copas con él y charlar sobre el tema. Y ya puestos, extender esta filosofía ‘manuchaoista’ al resto del mundo y poder entrar, por ejemplo, al Bar Manolo y decirle al anónimo cocinero que ha sido el mejor bocata de calamares que has probado en tu aceitosa vida.
El problema, como siempre, es la puta vergüenza y el miedo al rechazo. Esa es la base del siempre recurrente problema de cómo entrarle a una tía que no sea tu madre. Yo paso de hacer una foto digna de un Pulitzer si eso conlleva arrodillarme en la calle. El puto sentido del ridículo.
O me pasaría horas y horas espiando desde la esquina al camello del barrio, porque no sabría cómo decirle que me gustaría comprar cuarto y mitad de costo.
Pero últimamente me he dado cuenta que no es tan difícil ir, decir lo que piensas, proponer lo que quieres y quedarte tan ancho. Y casi siempre con resultado positivo. Seguramente el camello se haría tu colega y te presentaría a su churri.La próxima vez que vea a Noriega por la calle, le diré que me gustan mucho sus canciones más melódicas; ¿Nos vamos ahora de cañas?
El ver a famosos por la calle es como hacer un álbum de cromos: yo tengo a Buenafuente, Saviola, Motta, Jordi LP, Toni Clapès, Jordi González y el tío ese que cantaba en Duncan Dhu, que no debe de ser tan famoso porque no recuerdo su nombre. Cuando le digo el nombre de las personas famosas que he visto por la calle a mi hermano, su respuesta es un expresivo: “¿Y?”. Y lleva razón. ¿De qué sirve ver a alguien por la calle o hacerle una foto a su nuca con el móvil? El culo de mi amigo Bufak podría pasar perfectamente por el culo de Jeniffer López en una resolución de 8k.
Lo que molaría es acercarse sin reparos, decirle que te mola lo que hace o que te parece una mierda, y poder tomarte unas copas con él y charlar sobre el tema. Y ya puestos, extender esta filosofía ‘manuchaoista’ al resto del mundo y poder entrar, por ejemplo, al Bar Manolo y decirle al anónimo cocinero que ha sido el mejor bocata de calamares que has probado en tu aceitosa vida.
El problema, como siempre, es la puta vergüenza y el miedo al rechazo. Esa es la base del siempre recurrente problema de cómo entrarle a una tía que no sea tu madre. Yo paso de hacer una foto digna de un Pulitzer si eso conlleva arrodillarme en la calle. El puto sentido del ridículo.
O me pasaría horas y horas espiando desde la esquina al camello del barrio, porque no sabría cómo decirle que me gustaría comprar cuarto y mitad de costo.
Pero últimamente me he dado cuenta que no es tan difícil ir, decir lo que piensas, proponer lo que quieres y quedarte tan ancho. Y casi siempre con resultado positivo. Seguramente el camello se haría tu colega y te presentaría a su churri.La próxima vez que vea a Noriega por la calle, le diré que me gustan mucho sus canciones más melódicas; ¿Nos vamos ahora de cañas?
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