Sunday, July 08, 2007

El timo de la Stampetta

Europa no es tan grande como Napoleón se pensaba. Si en el siglo XVIII hubiera existido Easyjet, la familia Bonaparte se hubiera dado cuenta antes del montón de mierda que estaba conquistando y se hubiera montado un negocio de tartaletas en la bretaña francesa, un negocio mucho más rentable, donde fuera a parar.

Los Bonaparte, muy listos ellos, se dieron cuenta del percal que se cocía en España y enviaron al tonto de la familia, Pepiño, a gobernar en un terruño del que poco cabía esperar (Zaplana aún no había empezado Marina d’Or), donde incluso osaban mezclar sus buenos vinos con Coca-cola y donde a la delicada Vichyssoise le metían ajo, tomate y pepino a mansalva, generando ésta unos reflujos que podían durar semanas. A ese brebaje le llamaban gazpacho. Y mochilo también andaba por allí.

Con Italia les pasó igual. Italia es un país tipo ‘Oceanía’ en el Risk, que por poco que quieras, siempre la acabas intentando conquistar. Se conoce que fueron Bonaparte y los suyos a Italia con toda su buena fe a probar el cappuccino y salieron escaldados y sin un puto franco. Este fin de semana me he sentido Napoleón, pero un poco más alto y con la mano en otro sitio. Existen dos sentencias que vienen de aquellos tiempos, que deben conocerse para evitar riesgos y que yo aprendí a base de panderinos:

Uno) no te fíes de un italiano y
dos) nunca te intentes hacer el gracioso con un italiano.

A Milán que me fui a comer escalope con mi amada:

- Salve – el camarero italiano que viene, por fin, a mi mesa.
Yo, que por mucho italiano que entienda y por mucha superficie de gafa de sol que lleve puesta, nunca daré el pego como un lugareño teniendo a mi vera a una alemana color rojo centollo, me avanzo con toda mi buena fe:
- Buon giornno, due escalopini, sivuplé.
- ¿Espagnolo?
(Joder, cómo me ha clichado)
- No, de Barcelona.
- Ah, claro, de Barcelona. Vafanculo. Non che lai escalopini, ma io tengo unos panetoni divini de la muerti.
- Ok, va benne.
Regla número 1: nunca te fíes de un italiano.
El milanés, que se va y me trae unos sandwich jamón y queso enrollaos a modo de kebab de jamón y queso. No están malos, me esperaba lo peor.
- Muolto buonno, camoranesi –le digo al camarero por el extraño afán de todo turista en el extranjero de querer entablar una relación con el camarero más allá de la de cliente-camarero.
- Ah, entonces vuole uno altro?
- No, no, que era de cortesía.
Regla número 2: nunca intentes hacerte el gracioso con un italiano.
- Vafanculo, espagnolo di merda.
- Me trai la cuenta?
- Sí, esto… trenta euros.

...Scuum...

Y aquí no existe el beneficio de la duda. Dreissig se podría confundir con dreizehn (trece) o thirty se podría confundir con thirteen, pero trenta son treinta. Esto es lo que nos dio de bueno la latinización y no hay más tu tía.

Como siempre, de todo hay moraleja: a no ser que quieras pagar 5.000 pesetas por un par de bikinis y dos cervezas,
regla número 1: nunca te fíes de un italiano y
regla número 2: nunca intentes hacerte el gracioso con un italiano.

Y así es como yo, al igual que Napoleón, dije “que le den por culo a estos tipos que llaman tutti frutti -que suena a toditas las frutitas, una cursilada que ni Leticia Sabater – a la macedonia de frutas, algo que -por otro lado y ahora que pienso- si ese nombre se debe a la variedad y diversidad de frutas que tiene el plato, sería más correctamente llamado antigua unión soviética de frutas".

Pero eso ya son otra historia y otros países, donde -de momento- aún no vuela Easyjet.

1 comment:

Anonymous said...

GILIPOLLAS