Los penes y los peces

Durante un año de mi vida me dediqué a estudiar el comportamiento de los peces. Mi conclusión fue, curiosamente, la misma a la que llegaron Darwin y Freud: son todas unas guarras.
El ser humano proviene del mar, y ciertamente nuestro comportamiento no dista demasiado del de los 'peces luchadores del Siam', que son los que a mi me dieron para estudiar. Con las sardinas, los jefes se hicieron una parrillada.

Estos peces son territoriales y muy agresivos. Luchan por la comida y el sexo, lo mismito que Pocholo en la isla de los famosos. Las hembras, mientras tanto, miran la trifulca, y después se van con el ganador a la sala de talasoterapia a procrear. Lo mismito que el chulo de John Travolta y la pánfila de Olivia N. John en Grease. El perdedor, aunque la lucha no haya sido justa y el otro le haya clavado las espinas en el ojo, se deberá matar a pajas.

Pero no acaba aquí la cosa. Si un macho ve a una pareja procreando, a éste le entraran unas ganas locas de liarse con esa hembra, porque piensa que esa hembra debe ser la repanocha fecundando. Así que se espera escondido entre esponjas y medusas, pasando de la lucha de rigor con el otro macho, y cuando la hembra se está acicalando, el macho la acosa por detrás y venga revolcón.
Los cuernos ya vienen de nuestra época de pez, es algo innato.
Claro, que de estos estudios también se podría sacar otra conclusión: son todos unos cerdos.

Como la vida misma.