Tuesday, August 08, 2006

Histeria colectiva

Observo en mi primer día de playa un espectáculo dantesco que bien podría estar sacado de la serie ‘Los Vigilantes de la Playa’, con Pajares haciendo de Mich Bucannan y Esteso de Pamela Anderson: un tipo con sombrero pescador y gafas de sol –deduzco que el padre de familia-, con el agua a media pantorrilla, cubo de plástico en una mano y raqueta de madera en la otra, mirando las profundidades del mar. A su alrededor, concentradas también en el vaivén de las olas, un grupúsculo de cinco señoras ordenadas según la cantidad de arrugas, delante las más tersas, detrás las menos –deduzco yo que se tratan de familiares del tipo en cuestión.
Hubiese pensado que se trataba de una clase de tai-yoki submarina si no hubiese visto a cada 50 metros la misma performance: un macho alfa ridículamente semisumergido en la orilla, con diversos utensilios en las manos –desde toallas de playa a Tampax-, mirando fijamente al infinito, rodeado de señoras en pareo.
Tumbado yo en mi hamaca esperando a que llegara Johnny Depp y sus piratas, y esperando a ver cómo lo atacaban con protección solar factor 15, uno de los grupos ha empezado a agitarse y a gritar. Uno de los defensores ha conseguido meter una medusa en el cubo. Tras pasearla por toda la costa y recibir elogios de todos los viejecitos, la ha dejado en la arena y ha clavado una pluma de gaviota al lado, para que los jóvenes de la manada pudieran observar cómo de grandes tiene los cojones su padre.
Que digo yo, que existen también lo que serían las piscinas municipales; sin arena, sin salitre y sin bichos marinos. Todo un lujo, oiga.

1 comment:

Eulalia said...

¡Hombre! del Polo Norte al Levante español.
Está bien. Las piscinas no procuran las emociones de una playa infestada de medusas, dónde va a parar, aunque, a veces...
Un beso.